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SALAMONE Y SUS FANTÁSTICOS PORTALES AL MÁS ALLÁ

Publicación del diario La Nueva Provincia en internet

Hace 20 años una nota publicada en una revista de diseño de Miami abrió las puertas a la obra del ingeniero arquitecto Francisco Salamone (1897-1959), ignorada por más de 50 años a pesar de estar presente en más de veinte pueblos bonaerenses y de ser portadoras de una arquitectura única en estética y monumentalidad.
Salamone realizó su obra dentro de un plan edilicio dispuesto por el gobernador Manuel Fresco, con el objetivo de “dignificar” el perfil de los pueblos del interior.
De allí la particularidad de una obra que asombra por su vastedad y alcance,
Llevada a cabo entre 1936 y 1940, incluyó el diseño de  plazas y edificios para municipios, escuelas, mercados y mataderos.
Quizá el trabajo hubiese pasado desapercibido si hubiese desarrollado planos “modelos” y repetido su ejecución. Pero Salamone tomó otro camino. Por un lado, se inclinó por el art déco, de auge en esa época pero luego condenado al olvido ante el avance del movimiento moderno. Pero además recurrió a rasgos del expresionismo y de otros movimientos de principios del siglo XX, estableciendo a decenas de pueblos de llanura elevadas torres municipales y de mataderos, marcando la presencia del estado.

Las torres
Entre la vasta propuesta de Salamone, los portales de los cementerio conforman una de las más particulares propuestas.
Mientras en muchas ciudades, como los casos de Bahía Blanca y Punta Alta, se optaba por resolver esos accesos con obras de líneas clásicas, Salamone recurrió a fabulosas propuestas escultóricas, con impactantes figuras de Jesús, con ángeles de piedra y espada, recurriendo a figuras como el círculo y el cono, alcanzando alturas inusuales, construcciones generalmente ubicadas al final de caminos de tierra, impactando a quienes de manera desprevenida llegaban al lugar.
Localidades como Saldungaray, Coronel Pringles, Carhué, Guaminí, Azul, Vedia, Laprida, Tornquist, Puán, Saliqueló o Cacharí, entre otras, tienen estas obras.
Los portales
El caso de los portales de Saldungaray –un gran rueda con el rostro de Cristo–, el de Laprida –un juego de conos en contrapunto con la cruz–, el de Azul, con sus letras negras y su impactante ángel de la muerte– y el más modesto de Balcarce.
Conforman un conjunto  magnífico, único y singular. Casa uno es una verdadera expresión de arte, una puerta al más allá, tan pequeña como grandiosa.

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